viernes, 25 de enero de 2008

Cuentos diarios.

Otra vez comienzo una entrada disculpándome por lo que tardo en escribir. Me cuentan que así se pierde el interés. Y pienso que para perder algo en algún momento has habido de tenerlo. Por tanto si lo has perdido muchas gracias por haberlo tenido, y se lees esto, muchas mas, por haberlo guardado.

Hoy me he dado cuenta de lo mucho que me gusta bajar andando a casa desde el trabajo. Mas en días como hoy, un soleado día de invierno. Después de varias jornadas de nieblas por fin Lorenzo ha decidido desperezarse y brindarnos su mejor cara. Cuanto disfruto mirándole, mientras tengo que entrecerrar los ojos, mientras recibo ese calorcillo en la cara.

Últimamente siempre vuelvo mas o menos a la misma hora, con lo que muchas de las personas con las que me cruzo se repiten día tras día, y es curioso como se transforman de ser simple gente, a tener una identidad propia. Entre ellos recuerdo a un grupo de pequeños yuppies, cuatro si no me equivoco, de los cuales uno lleva una especie de corte de pelo estilo cacerolo, los cuales me recuerdan muchísimo a una nueva versión de Frodo y sus amigos. (Imaginaos al pobre Golum amenazado por una auditoria)

Otro personaje que llama mi atención es una señora con el pelo azul, que periódicamente veo pasar en una bicicleta antigua. Quizás sea una musa, con años de experiencia, que lleva la inspiración a algún escritor, que como yo, pasa por un momento de vació argumental. O a lo mejor pertenece a algún tipo de hermandad o club relacionado con el color del cielo, y esta intentando dejarme un mensaje. No lo se, la seguiré observando.

Os podría hablar de mas congéneres viandantes, sin embargo tengo la sensación de que últimamente las entradas se me quedan muy largas, y esto no favorece al señor interés. Aun así no me reprimo de invitaros a asignar historias a vuestros compañeros en el viaje diario, quizás así descubráis un príncipe azul, que cada día coge el autobús para ver a su princesa.

Felices cuentos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto es lo que se llama ver la vida desde fuera o verte a ti mismo desde fuera... aprendes a observar lo que te rodea porque hay algo más que uno mismo.

Si observas y hasta si escuchas conversaciones de los demás, en un semáforo parado o en el autobus, te das cuenta que hay comportamientos que detestas y hay situaciones que envidias y otras que te gustaria compartir. Es un pequeño estudio de ti mismo... de tus cosas...

Es una gozada pasear y solo oir los pajaros y oler la hierba recien cortada... tiempo al tiempo.

Besos